No es el Mundial ni la Copa América, pero los Juegos Olímpicos también despiertan esa pasión que nos lleva a gritar frente al televisor un sábado a las 10 de la mañana. Porque el argentino no se conforma: quiere ganar en todo, ya sea al fútbol, al básquet, al rugby, al truco o hasta a las bolitas. Es parte de nuestra identidad, de esa manera tan nuestra de vivir la competencia. Y fue justamente ese espíritu, ese orgullo tan característico del Río de la Plata, el que mantuvo viva la ilusión del oro olímpico para la Selección Argentina, que se repuso del mal debut ante Marruecos y derrotó 3-1 a Irak.
El ingreso de Equi Fernández no alteró el esquema respecto al partido anterior. En Lyon, Javier Mascherano apostó por un 4-4-2 clásico, con Thiago Almada por izquierda, Cristian Medina por derecha y Santiago Hezze junto a Equi manejando el centro. Los laterales, Joaquín García y Julio Soler, fueron claves para darle amplitud al ataque, permitiendo que los volantes ofensivos se movieran con libertad entre líneas. Mientras tanto, Julián Álvarez y Lucas Beltrán se alternaban para sorprender a los centrales iraquíes.
Durante los primeros 40 minutos, Argentina dominó a placer ante un Irak que apostó por replegarse, juntar las líneas y salir rápido de contra con sus extremos veloces, Nihad Mohammed y Youssef Amyn. Con el desarrollo del partido claro desde el arranque, la Selección se adueñó del balón, construyendo juego a partir de una salida prolija, buen manejo en la mitad de la cancha y una presión alta que incomodó a los asiáticos.
Sin embargo, la generación de juego no siempre se tradujo en precisión en los últimos metros. La constante proyección de los laterales, especialmente de Soler, generó espacios para que Julián, Beltrán o Almada pudieran tomar mejores decisiones en ataque. Finalmente, fue Thiago Almada quien, con un golazo, rompió el cero y puso en ventaja a Argentina.
Cuando parecía que la diferencia podía ampliarse, una serie de interrupciones frenó el ritmo de juego. Las atenciones médicas a Beltrán, afectado en la zona lumbar, y las reiteradas infracciones de Irak cortaron el envión albiceleste. Pese a nuevas llegadas claras, como un remate de media distancia de Julián o una acción individual de Almada, el segundo gol no llegó. Y en una jugada aislada, cerca del cierre del primer tiempo, Irak encontró el empate a través de su goleador Aymen Hussein.
Mascherano, criticado durante su ciclo en la Sub 20 y Sub 23, demostró en esta ocasión una gran lectura del partido. Con el ingreso de Giuliano Simeone dejó en claro la intención de modificar el esquema, pero fueron las entradas de Kevin Zenón, Luciano Gondou y Gonzalo Luján las que realmente consolidaron un 3-2-4-1 (que en fase defensiva mutaba a un 4-4-2 más conservador).
Con esta nueva disposición, Argentina corrigió errores y dominó el partido con autoridad. El mediocampo reforzado, compuesto por jugadores de buen pie, permitió manejar los tiempos con mayor fluidez. Zenón y Giuliano aportaron peligro constante por las bandas, generando diagonales que lastimaron a la defensa iraquí. Gondou fue el socio ideal para Julián Álvarez, que volvió a brillar como referencia ofensiva.
Así, la Selección cerró un triunfo clave para seguir con vida en los Juegos Olímpicos, manteniendo intacta la ilusión de subirse al podio.